martes, 23 de septiembre de 2008

Sobre la ética y la moral práctica.

Es altamente probable que uno de los aspectos mas controvertidos de la vida del hombre en sociedad y, en los distintos ámbitos institucionales que ella involucra, este vinculado con la idea de la moral y las practicas que hacen a nuestra ética cotidiana; no la que forma parte de las declaraciones y, las declamaciones, si no aquella que se manifiesta en nuestro comportamiento efectivo y las situaciones que enfrentamos en nuestro andar diario.


Todo modelo de comportamiento social, todo credo moral se sustenta en una serie de valores y dentro de ellos podemos realizar algunas diferencias entre lo que algunos denominan la "ética fundamental", aun, asumiendo que nuestro análisis esta colmado de las subjetividades de nuestras propias convicciones. Es decir, los valores esenciales de una concepción humanista del universo, tales como la preservación de la vida, la defensa de la libertad, la solidaridad, la honestidad en el cumplimiento de las normas aceptadas por la sociedad en que vivimos, etc, y la llamada "ética practica" que comprende el conjunto de todas las acciones con que cada hombre se vincula con sus semejantes y con las instituciones que los contienen.


El primero de los terrenos es habitualmente objeto de una mediana e inconfundible linea demarcatoria entre comportamientos universalmente considerados éticos y otros considerados no éticos y, mas allá de las controversias a las que muchas veces nos expone la sociedad moderna, es difícil encontrar personas que taxativa y explícitamente no se sientan comprometidas en torno a afirmaciones del tipo: no mataras, no robaras, respetaras a tus semejantes y, similares.


Sin embargo, aun excluyendo en consecuencia violaciones flagrantes a mínimos códigos en este sentido, observamos como las personas cotidianamente van acumulando pequeños renuncios, casi inocentes o cuanto menos no malintencionados, que por simple efecto acumulativo muchas veces nos acercan peligrosamente a los limites de la degradación de nuestras mas profundas convicciones. Actitudes y justificaciones del tipo: es algo pequeño, todos lo hacen, así funcionan las cosas, para eso estoy acá o en definitiva es para una buena causa; son los claros emergentes de la conciliación desmedida con nuestras ausencias de valoraciones, estas ultimas, que representan nuestros equívocos cotidianos y ocupan el terreno de la ética practica o de la moral cotidiana.


El comportamiento del ser humano se expresa como consecuencia de cuatro grandes dimensiones:


- Lo que se piensa, respecto de los valores que se encuentran profundamente arraigados en nuestras conciencias;


- Lo que se dice, es decir la forma en que nuestros valores se transmiten al resto a partir del lenguaje y, como influye el mismo en la razón;


- Lo que se hace, en función de la manera en que nuestros pensamientos y nuestros dichos se traducen en acciones;


- Lo que se demuestra, puesto que hay un poderoso lenguaje verbal que trasciende inclusive nuestros actos y modifica la percepción de quienes nos rodean.


Cada una de las interrelaciones entre estas dimensiones ( pienso - digo - hago - demuestro ) forman nuestros actos reales y son la manifestación practica de nuestra ética cotidiana. Mahatma Gandhi dijo, cito: "La felicidad es demostrada, cuando esta en armonía lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace".


La virtud esencial en cada hombre, mas allá de la raíz filosófica e ideológica que guíe sus fines, puede leerse inequivocamente a partir de la coherencia y consistencia con la que se manifiesten estas interrelaciones entre si. Todos tenemos ausencias de valoraciones, aun ''mínimas'', quien así no lo reconozca peca cuanto menos de ingenuo y lo que es peor aun, se expone a la mediocridad permanente de su vida, pues negara la oportunidad de producir mejoras en el aspecto esencial del ser humano: su hombría de bien y su honestidad intelectual. La cuestión, evidentemente no es arrojar piedras sobre construcciones de cristal, si no reconocer mediante el mas severo auto-análisis nuestras propias ausencias de valoraciones y, reforzar cada día nuestro compromiso por superarlas. Eso, también es ''trabajar piedra bruta'' ....


Pensemos en algunos comportamientos que tantas veces nos resultan habituales en nosotros y en nuestros semejantes ( y, pedimos disculpas por no ser mas exhaustivos en el análisis, refiriéndonos, a los mas corrientes en el ámbito regular ):


-- Nos quejamos de la corrupción imperante en los poderes públicos, pero brindamos nuestra complacencia cuando la posibilidad de explotar influencias personales obtenemos determinados beneficios. ( desde eludir una sanción a agilizar un tramite.);


-- Queremos cambiar las instituciones a las que pertenecemos y legítimamente aspiramos a gobernar las mismas, pero recurrimos a la conspiración y la prebenda para acceder a dicho gobierno;


-- Nos decimos solidarios frente a las necesidades de los otros, pero resolvemos con un egoísmo a toda prueba cada una de las ocasiones que nos dan la oportunidad de compartir;


-- Criticamos el fanatismo, pero reaccionamos con posturas intransigentes, rayanas en el mesianismo, frente a interpretaciones distintas de la realidad;


-- Hablamos de nuestro pluralismo, pero buscamos humillar desde nuestra intelectualidad a quienes piensan distinto.


Solo por citar algunos ejemplos ...¡ repito ! , algunos ejemplos con relación al entorno actual en que coexistimos.


El problema seguramente no es de fines ni de convicciones profundas, pero recordemos al Mahatma Ghandi cuando decía, cito: "Cuidemos de los medios, que los fines se cuidan por si solos."


He aquí un desafío cotidiano, digno de nuestra vocación de progreso y enriquecimiento personal: la paulatina superación de nuestras ausencias de valoraciones. Cada logro en este sentido, por pequeño que sea representara un inmenso paso que dé la perpetua aventura de honrar nuestras conciencias.


Esto, es un criterio personal de análisis actual, según donde vivo: Cuba. Gracias por vuestra atención.


El Masón.

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